sábado, 5 de marzo de 2011

Blame it on Carver.

Hace un tiempo conocí a Carver. Un escritor minimalista que gustaba de escribir cuentos cortos, con comienzos y finales truncos. Este cuento que escribí es un humilde (y poco respetuoso) elogio a él.

"Hoy pase por una veterinaria y te compre un perro. Lo vi en la vidriera y pensé en vos. Entre a casa y te dije "te compre un perro". Tendrías que haber visto tu cara. Bajaste la música y me pediste que te lo dijera de nuevo (aunque no era necesario, lo tenía entre los brazos). Te compre un perro. Recién ahí levantaste una ceja y lo miraste. Vi tu sonrisa. Era media sonrisa, pero en vos es suficiente. Lo deje en el piso y se acerco a tus zapatos. Zapatos rojos. ¿Qué harías un sábado a la mañana con zapatos rojos de taco? No lo sé. Evidentemente el perro tampoco, no podía dejar de olfatearlos. Y vos alternabas la vista entre tus pies y yo. Al fin te animaste a levantarlo y te lo pusiste en la falda. El perro miraba de nuevo a tus pies (extrañando los zapatos) hasta que le tironeaste una oreja. Lo agarraste de las patas delanteras y le estrujaste las almohadillas con dos dedos. Ahora si tenía toda tu atención. Me puse a cocinar y te miraba de reojo. Estabas sentada en el piso como un niño y lo mirabas casi sin pestañar. El perro saltaba sobre tus pies y trataba de acurrucarse. Te paraste bajo el marco de la puerta de la cocina con el animal entre tu brazo y tu codo izquierdo, y me preguntaste:

- ¿Necesito un perro?-.

- No. Lo vi y pensé en vos. No en vos propiamente, pensé que era perfecto para vos. No me gusta que te quedes sola cuando me voy.

- ¿Y si un día no tengo plata para alimentarlo?

- ¿Me estas pidiendo la media pensión alimenticia para el perro?

Acerco la cara del perro a la suya y frunció la boca. Solté una carcajada al momento que le sujetaba la mandíbula y le daba un beso. Levanto el perro a la altura de mi rostro y nos miro intermitentemente a uno y otro, hasta pronunciar sarcásticamente:

- Si. Es igualito a vos. Un excelente reemplazo para cuando no estás...

Deje al animal en el piso y la abrace fuerte. Sentí humedad en el cuello, pero cuando se separo de mi se dio vuelta y en cuanto levanto el rostro estaba perfecta. Se miro de nuevo los pies y dijo:

- Le gustan los zapatos rojos a little Toto.

- Debería protegerlo de que le pongas de nombre Toto.

- Para empezar, si querías proteger a un ser vivo inocente, no lo hubieras traído...en segundo lugar, no le digas eso a Toto. Ya percibo que es un animal susceptible.

- ¿Lo vas a torturar con Madonna cuando me vaya?

- Si. Es mi chantaje para que te quedes.

- No negocio con terroristas musicales...

- Quédate.

No se merecía una mentira por respuesta. Así que volví a besarla (aun cuando eludir una respuesta sea solo una mentira cobarde) y le sonreí. Una sonrisa de que todo va a estar bien. Ella sabía que no, y yo también.

- Visto y considerando tu falta respuesta, lo voy a obligar a ver películas de Marilyn Monroe también.

Y con una enorme sonrisa triste levanto Toto para darme la espalda y sentarse a jugar con él. Mientras yo seguía en la cocina haciendo esfuerzo por cocinar como a ella le gustaba. Si, le había comprado un perro. Pero no había resultado tan mal."